Triste y Tropical #38
“Disfruto cada vez más los escenarios extraños, donde todo es nuevo, la infinita variedad de presentaciones de lo desconocido, de los desconocidos. Por ello la carpeta de Spam me genera un placer irracional que no me da el Buzón de correo. Esos remitentes raros, mezclas de falso individuo y empresa dudosa, con mensajes que no me interesan… No, no deberían interesarme… por eso fueron arrojados a este basurero sin siquiera consultarme. Y sin embargo, son un vistazo a una vida que probablemente nunca conozca, una vida ¿posible?, donde tomo diferentes píldoras que compro en oferta, viajo a destinos misteriosos, sigo diversos cursos y diplomados, aprovecho las promociones de restaurantes de comida china y veo las fotos que chicas de todo el mundo me envían de ellas desnudas porque tengo un pene que alargo siempre que puedo”.
Tilsa Otta — Antimateria
Señorita decoro
Es miércoles y voy a un recital, uno que me incentiva lo suficiente como para que lo insípido de la mitad de la semana y la certeza de la impuntualidad a la que comenzará el show no importen tanto. Me cuelgo en cargar el celular (ando con uno prestado que es ostensiblemente superior al mío excepto porque su uso ha hecho mermar la duración de la batería). A la media hora de entrar al sitio, el teléfono se apaga. Estaba usando las notas para comenzar el boceto de este newsletter. De ideas genéricas, a noticias que por algún motivo llamaron mi atención, de palabras sueltas que instalan conceptos, de consumos culturales que se metieron en mi cabeza hace días y siguen prefiriendo acompañarme a transitar por entre las partículas de la almohada, esas que abandono cuando me levanto, después de estirar las piernas, mirar el esmalte fucsia de las uñas de mis pies y apagar el aire acondicionado.
En el recital veo a una persona que no me conoce, y estrictamente yo tampoco a él, aunque leo su newsletter hace mucho tiempo y eso me hace sentir con ventaja. Lo miro ser muy afectuoso con sus amigos y pienso en que su porte ofrece cierta formalidad, pero ser bien amigo de sus amigos es todo lo que condicen sus textos. Leer semanalmente (o quincenal, o una vez por mes o CUANDO SE PUEDA) a determinada gente a veces se siente como tener un equipo dedicado al estado de las palabras. Suelo leerlos enseguida, pero cada tanto me gusta acumular y pegarme un atracón de párrafos bien puestos. Todo tiene que ver con todo: la persona que reconozco (soy esa freakie que con solo ver un avatar puede identificarte en la calle siempre, pero no temas: conservo los modos y jamás voy a presentarme cuando eso pasa) es por quien conocí a la artista que hoy se presenta. Gracias desde el rincón. Me divierte cuando se provoca un roce incidental, como ahora: leo una entrega de alguien que cita a la autora del libro que estoy leyendo; otra persona menciona en su texto a alguien que me acaba de mandar un mail.
Mientras toca la banda invitada para abrir espero sentada, agradezco que nadie me viene a echar por ocupar una mesa sin consumir. Días atrás fui a otro show con muchas ganas, estuve en el pogo bien adelante durante la hora y media que duró, conservé el dolor de espalda por un rato largo y todavía tengo moretones en el cuerpo. Me compuse al toque yendo a ver una obra de teatro donde la mayoría de la gente me llevaba más de 20 años. En el recital era de las mayores. Lejos de incomodarme, vivo por esos contrastes. De corear a un rapero que compara una concha con el menú de McDonald’s a la historia de un periodista que de niño fue sometido a un tratamiento de hormonas para “curar su homosexualidad”. La distancia con la juventud no me angustia ni hace sentir ridícula, el acento hacia la adultez me provoca bastante placer. ¿Dije adultez y no vejez por negación? ¿Cómo se mide ese salto? Por ahora lo pienso en el lapso que me lleva recuperarme de las cosas: no soy Poli Armentano, pero duermo un promedio de 6 horas diarias y, si el celular está lejos, amanezco joya.
La grafómana a quien io más respeto
Adelanté la obsolescencia programada de un Ipod Touch con fe: ahora encima de la pantalla hay una estampita de Santa Cecilia, un híbrido entre un portarretratos digital y un altar 5.0. Si quisiera podría encender la luz naranja del dispositivo (el dock a donde está encastrado el reproductor) y darle más misticismo. Una intervención electrónicamente pagana. Esa estampita emana cariño. Me la regaló Claudio, un chico que era guardia de seguridad en la empresa en la que trabajaba en 2015. Sabía que me esperaba una entrevista para un ascenso, la sacó de su billetera y me la dio. Me fue bien y, pese a que la costumbre indica que si funciona hay que pasarla, siguió conmigo hasta el día de hoy (ahora le hace compañía un San Cayetano que encontró mi amiga Anto en un colectivo). Perdón Claudito, ojalá tengas un trabajo mucho mejor pago que ese que apenas te dejaba descansar.
Me encanta Santa Cecilia porque además es la patrona de la ciudad en la que nací: Mar del Plata. Esa ciudad que todos idealizan porque no la padecieron. Mar del Plata para mí es un parque de diversiones cerrado con el cartel de precios de 2003. Anuncios de atracciones corroídos por el óxido y un intento de persuasión cada vez más patético. Siempre tuve la sensación de estar en un lugar del que había que levantar campamento pronto, de estar rodeada de unas ruinas disfrutables para pocos. Una ciudad que no ahoga tanto porque tiene a favor el mar y se regodea en sus propias ruinas. Pilar Avila, el personaje que interpreta Pilar Gamboa en Carrefur Virgin, de Lucía Seles, dice “pulóver: el paréntesis de la soledad”. No puedo pensar en otra síntesis de la ciudad que, justamente, se la conoce como “la capital del pulóver”. Un compendio de soledades para ofertar. De todos modos, un poco me fascina esa dejadez y también me llama el sentimiento de pertenencia (aunque creo que a esta altura soy más porteña de lo que me gustaría). Es como cuando agreden a un hermano: yo le puedo decir de todo, pero vos no te atrevas.
La historia de Santa Cecilia es espantosa y misógina como la de todas las mártires. Pareja de Peralta Ramos, su existencia inspiró el trazado de gran parte de la ciudad en 1873. Y una coincidencia que me encuentro: es también — aunque parece que por error — la patrona de la música. A mí siempre me cayó piola porque gracias a ella, el 22 de noviembre no tenía escuela y más adelante, tampoco tocaba ir a laburar. Los festejos se quedan cortos con todas las veces que la intentaron asesinar (y acabaron consiguiéndolo). Ahora me dan ganas de ponerle unas flores al lado.
La última edición de Triste y Tropical fue la que menos se refirió a la música, no me estoy disculpando, a estas alturas me parece que quienes clickean lo hacen por curiosidad general y no para enterarse de las últimas novedades musicales (qué expresión redundante y tan usada esa: últimas novedades). Más de la mitad de la gente que me lee lo hace por mi publicación en Medium, hace muchísimo que ni aviso que se pueden suscribir para recibirlo en sus casillas. Lo más curioso: dos de los suscriptores son personas a quienes admiro mucho, muy grossas en lo suyo y con las que jamás interactué. Las estadísticas me dicen que abren los correos, vaya a saber si luego lo leen. Tampoco tienen modo de saber que estoy hablando de ellxs pero: sí, son ustedes. Y si acaso les gusta lo que hago, sepan que Cami está disponible y necesita trabajar :)
Como te ven te anotan, si te ven mal te subrayan
Pienso en cosas que me deprimen:
Los dibujos animados modernos en mute. Las bocas de los personajes delatan la falta de expresividad, el entretenimiento infantil en manos de un dictado ventrílocuo, sin ningún tipo de interés de construir fantasías.
Los patios de comidas de los shoppings. Ante todo como concepto: ¿Por qué decirle patio a algo bajo techo? Si el shopping es algo infecto, su zona para alimentarse, una zona donde menguar, sólo para engaño propio, los conflictos de familia. Hay más contacto visual en el Teatro Ciego.
Los bazares chinos cuyos espacios son más amplios que su capacidad de stockeo, dando siempre la impresión de abandono, con estrategias fallidas de distribución de mercadería. Bazar es una expresión persa que significa “el lugar de los precios”.
Los locales de juegos tipo Sacoa que abrieron por el centro, sobre Av. Corrientes. Me hacen pensar en cómo se transformó la diversión a través del consumismo. Del ingenio y la destreza para explotar todo lo posible ese fichín reventándote los dedos en una partida de Street Fighter a calcular sesudamente (aunque no lo suficiente como para darte cuenta del timo que supone) los movimientos necesarios que debe hacer el gancho metálico para capturar una caja de Ipad.
La manera en que Av. Corrientes a partir de Callao (Once todavía intenta seguir en la suya, agonizando pero con honor) es ya una concatenación de franquicias donde la tradición va camino a la anomalía.
Las premezclas de comida. Todas, la de chipa, falafel, galletitas, torta en taza (!!!!!!!!!!). Cualquier jugarreta comercial que contribuya a dañar el valor artesanal de la cocina devaluando su poder afectivo me pone muy triste.
Hice trampa: esta lista es una transcripción de mi diario. Me costó releerme porque mi letra es ilegible incluso para mí. Pero escribir a mano es una práctica que me conecta conmigo de una manera muy particular y por eso vuelvo a ella cada vez que puedo. Realmente siento que estoy ahí, en un b2b scratcheando con mi conciencia. DJ Neurosis está en la casa.
Cuarteto y cacao
Una noticia que escaló carácter global por estos días (amén de las que importa nuestro país por estar siendo rifado por un lunático) fue la estafa que presentó el parque de Willy Wonka en Glasgow. Un lugar imaginado (y vendido) como un Disney de chocolate que en la práctica acabó estando más cerca de un capítulo de El peor día de tu vida (aquellos jóvenes que no recuerden: el sketch de Videomatch donde la troupe de Tinelli buscaba a un pobre diablo para enroscarlo en secuencias pesadillescas, teniendo casi siempre como desenlace destruirle el auto). 44 libras esterlinas para meterse en una carpa destartalada y encontrar dos Oompa Loompas con intenciones de que una sobredosis de azúcar los acerque al trance. Parece que a los actores contratados les enviaron quince días antes de la apertura un guión hecho con inteligencia artificial y descansaron en eso. Las indicaciones incluían hasta la invención de personajes ajenos a la franquicia Wonka original. Como este monstruo, que me hace acordar al gótico The IT Crowd.
Algo que me suele pasar con la memoria: la competencia de recuerdos logra transformar muletillas u obras ya establecidas y por momentos olvido el original. Ejemplos: si escucho el “bien ahí” de la Mona Jiménez, mi mente automáticamente completa con “Jazmín”. ¿Quién es Jazmín? La notera de Versus, el programa de televisión de principios del 2000 conducido por Jimena Cirulnyk y Tommy Dunster (la Barbie y Ken con quienes cambiamos de milenio) donde el cordobés fue como invitado mil veces y, entre manoseo cuasi coreográfico, festejaba que la chica emule su pasito distintivo. Del mismo modo, el final del tema “Don’t speak” de No Doubt lo percibo más (sí, todavía más) devastador porque las primeras cincuenta veces que lo escuché fueron en su versión acústica, que extiende ese agónico “hush, hush, darling” de la Stefani. Ese simple que venía en combo con otro disco de Radio Uno. Tengo mil ejemplos, pero mejor ver este video de la Mona aportando otra razón por la cuál necesita un documental que le haga justicia.
Herencias
Cuando era chica iba seguido a la universidad de Mardel para acompañar a mi papá a hacer trámites. Soy la única integrante de mi familia que no pisó ese edificio como alumna. Mi viejo aún estudiaba y cuando no estábamos en la escuela, mi hermana y yo íbamos con él. La diversión era absoluta: jugar con tubos de ensayo y placas de Petri en el laboratorio mientras él revisaba fórmulas, controlaba cultivos, o simplemente hacía papeleo. El juego no terminaba ahí, porque en los alrededores de la facultad, entrada la tarde, el campus quedaba minado de tarjetas de boliches. Soy la única integrante de mi familia que no explotó la joda nocturna de la ciudad. Ku, GO!, Sobremonte, Bulldog, Aquelarre, todos esperpentos de un mundo sin escatimar: el de los ’90. Cada fin de semana el diseño era distinto, con lo cuál se podía armar tremenda colección. Con mi hermana las juntábamos, ella las guardaba, yo ayudaba pero más porque me inquietaba ese caos en el pasto de la vereda. Soy la única integrante de mi familia así de insoportable con el orden de las cosas.
Amor jurásico
Estar en internet como estado de inercia. Entrar al territorio con un arma blanca, desmalezar e intentar descifrar si allí dentro algo pasa, algo efectivamente sucede más allá del vacío siendo funcional al consumo, de esa lucha de protagonistas principales disputando el lugar en la pista de aterrizaje de los scrolls. ¿Pasa algo realmente o son solo diferentes estrategias para buscar atención? ¿Eso que vemos lo está haciendo alguien? ¿Están sus manos en juego o son reproducciones de fragmentos ya existentes? ¿Qué es HACER en internet?
Fui a ver El punto de costura, la obra de Cynthia Edul con Guillermina Etkin. Se me hace muy injusto contar su argumento, aunque quiero compartir algunas ideas.
1)Es un texto que siento análogo a otra pieza que me gusta muchísimo: Imprenteros, de Lorena Vega. Edul añade un universo de referencias literarias enorme (me encanta que para decir las citas se apoye en el libro físico pero al verla es evidente que no lee y eso simplemente afirma su performance) y cuenta con Etkin que hace las mil y una maravillas musicales, desde manejar los tonos del texto con el pedal que controla una máquina de coser, los teclados, los juegos de su voz y una loopera, las canciones en el piano y su hermosa voz. Etkin parece tenerla clarísima con cualquier objeto capaz de producir algún sonido y eso es muy placentero de ver. Comparo ambas obras por la temática, una recurrente en el arte todo: persona que se resiste a continuar el legado laboral familiar pero los contratiempos la conducen de modo irrenunciable a hacerse cargo. Es Imprenteros y también Six Feet Under.
2)Me conmueve y me pregunto qué tiene de especial el teatro para mí, al que cada vez vuelvo con mayor frecuencia: ninguna otra disciplina, al menos en este momento, me hace sentir tan presente en el ahora y por lo tanto tan suspendidos mis problemas. Una tregua que ahora el cine no me está dando, no así. La obra puede verse los viernes a las 20hs. en El Galpón de Guevara.
3)Me llevo un plus, un conocimiento: el nombre de un artista a quien quiero investigar, me vuelvo a casa con tarea. La consigna: Feliciano Centurión.
Centurión fue un artista paraguayo que creció y vivió en Argentina hasta su temprana muerte a los 34 años. Se exilió con su familia en Formosa durante la dictadura de Stroessner y aleccionó su corazón de artista en el Centro Cultural Ricardo Rojas, junto a Gumier Maier, entre otros. Tejer y bordar fueron su refugio, dos actividades que durante un tiempo las creyó vedadas por asociarse tradicionalmente a lo femenino. Los tapices marcaron la identidad de su obra, volviendo bello lo aparentemente espantoso o en desuso. Lo mismo hizo con su colección de dinosaurios, a los que les tejió abrigos como una película de amor a esos muñecos fabricados con el desinterés de una tarea que sólo responde a un condicionamiento capital. Me gusta además la idea de enternecer a esas criaturas de poder descomunal, cubriéndolas de una prenda tan afectiva, parte del código de amor de hogar, el triángulo del resguardo, junto con el té y un plato de comida caliente.
En palabras del propio Centurión: “Llegaron a mí, como casualmente, el juguete y su ropa, vuelvo a la infancia, les tejo vestiditos de lana, tapaditos, ropitas de crochet, revelando el humor y acentuando la calidad kitsch del objeto. Envueltos de ternura, despiertan simpatía y conforman una especie de Jurassic Park de lo doméstico. Juntos, sin categorías, dinosaurios, caballos, elefantes, son una metáfora del poco cuidado y el amor a nuestra naturaleza. Condenados a la repisa, impregnan a la realidad con gestos de amor.”
Si llegaste hasta acá, felicitaciones: entraste al momento de la musiquita. Estos son los cuatro discos que más estuve escuchando en lo que va del año (como siempre estoy obviando lo mainstream y, salvo una excepción, haciendo foco en lo hispanoparlante) y algunas impresiones sobre ellos.
Guazuncho — Odiseas del litoral
Agua, ese recurso que se siente inabordable y es a la vez el más cercano a sucumbir. Para los que vivimos en una ciudad de espaldas al río, con mapas de arroyos que el Gobierno Porteño esconde disfrazándolo en simpáticas señalizaciones ilustrativas. Escaparse a la Costa, pegar casa con pileta, armar grupo para un finde largo a la vera del Tigre, el carácter citadino convierte en aventura aquello cotidiano para otros y anula la posibilidad de considerar el sonido de lo natural. Iñaki Zubieta nació en Corrientes y con su Odiseas del Litoral responde a la pregunta sobre las percepciones de quien convive con el sonido de las aves y el fluir del Río Paraná. Podría seguir describiendo su nuevo álbum, pero él mismo fue entrevistado por el querido Richard para su podcast Songmess y ambos nos regalan una hora de aprendizajes sobre el chamambient (sic) y otras yerbas. Pueden escucharlo aquí.
Delaporte — Aquí y ahora
Vengo bastante tranquila en cuanto a cantidad de discos recomendables en 2024, pero los que están, se me han amuchado con ganas. A los Delaporte lo sigo hace tiempo, pero más allá de unos temas sueltos no los identificaba demasiado, y eso que tienen dos EPs que se suman a este, su quinto disco. Sandra y Sergio quieren bailar, celebrando hasta aquello que aún no ha ocurrido. La electrónica sobre la que venían dando indicios en trabajos previos como Como anoche (2019) aquí hace presión y revienta de BPMs fusionándose con el más duro de los mundos pop. Pura fiesta y un enunciado de jodita que no es exclusivo de reactores químicos: “El techno cura”.
Les Amazones d’Afrique — Musow Danse
Esto suena muy Noelia Custodio diciendo “mírenme, soy super distinta”, pero es nada más que la verdad: el disco que más escuché hasta ahora no es argentino, ni europeo ni menos estadounidense. En algún lado rescaté este álbum que me atrajo por sus looks y, debo decirlo: la necesidad de conocer más sobre África. Si bien en la portada hay cuatro mujeres, en Les Amazones d’Afrique hay 12 integrantes que van rotando. Oriundas de Malí, toman su nombre de las Amazonas de Dahomey, grupo militar femenino entre los siglos XVII y XIX. Este es su tercer disco. Es muy festivo, repleto de percusiones y genera esa sensación ambigua de escuchar un idioma completamente ajeno.
FURIO — Amateur
Me pregunto cómo se ordena el trabajo cuando uno mismo cumple todos los roles. Y sobre todo: cómo no desesperarse en el proceso. Diseño, sonido, escritura, coros, conceptos. FURIO llegó este verano con el proyecto solista que lleva su nombre y su estela pop consiguió impregnarse en cada momento del disco. Un álbum breve en duración pero capaz de contener melodías radiantes y listas para condicionar la pista, un ambiente juguetón que anticipa desde la portada. Pero ahí no termina la cosa, pues FURIO es maniáticamente audiovisual, y damos las gracias por eso. Los 23 minutos de duración del disco tienen su complemento en videoclip, una larga película repleta de perritos de porcelana, cromas, miradas de galán, luces tornasoladas y mucho, pero mucho baile. Un arco que atraviesa los pasos de antes, esos quizás dados a escondidas para llegar luego a coreos impúdicas. Con alegría y sin vergüenza. Bailemos.
Bonus track: Maquillada en la cama
¿Qué otros argumentos de entusiasmo se precisan cuando sabés que la mitad de la mejor banda de pop argentino de los últimos 25 años va a sacar un disco con el compositor estrella de indie chileno de las épocas más recientes? Ninguno, por supuesto.
Tengo sentimientos encontrados con este disco. Cuando leí que la producción no era la “única” intervención de Álex Andwandter, sino que era el autor detrás de todas las letras, pensé en que entonces, el disco sería full Juliana performance.
Nos introducimos en su fantasía con “Maquillada en la cama” (el tema), seguimos en la bruma de una buena fiesta con “Borracha en baño ajeno” y la salida del álbum el 7 de marzo confirmó mis sospechas. Alex quiso hacer un álbum nuevo sin que su voz corporice las canciones y para su deseo, llevó adelante un implante autoral hacía una parte de Miranda! Los temas de Maquillada en la cama podrían ser cantados por él y no habría diferencias sustanciales. Claro que desconozco el proceso de creación y no estoy quitando mérito en su rol, de hecho. Dos cuestiones que considero fundamentales:
1)La tarea de intérprete es importantísima (y suele subestimarse). Mercedes Sosa jamás escribió ni media estrofa y ahí la tenés a la bestia.
2)Esta idea tampoco le baja el precio al disco o implique que no me gusta (me encanta).
“Emocionalmente tuya” (enviada directamente de Safari) y “Un taxi al infierno” (única canción que Álex coescribe con Juan Pablo Wasaff y se siente como una escalerita de placer alborotando cualquier bajada de bandera) sí encuentran el ADN gattero y se sienten imposibles sin el cuerpo de Juliana.
Esto lleva a una única conclusión, buenos dos: bendito sea el pop que todo lo levanta y no hay dudas de que la presentación de este disco en vivo es lo que más espero este año.
También quiero recomendar lecturas y otras cosas:
La completísima entrevista a Genosidra que hizo Juan Diego Barrera Sandoval para El Enemigo y muchas de las ideas que teje el artista bogotano: pensar Soundcloud como una deep web en el mejor de los sentidos, en esos donde se puede trampear al algoritmo y cuestionar conflictos esenciales como los derechos de autor, el mote de “reggaeton odiante” con el que describe a su padre (y recordar este fascismo innovador), la devaluación como artista para los latinos que migran a Europa recibiendo una paga menor, la falta de exploración de los sonidos autóctonos de nuestros oídos como una de las consecuencias de la supremacía de una música global (la mil veces mal llamada “urbana”) y la necesidad de cuestionar las condiciones actuales, tanto simbólicas como materiales, de la escena raver y quienes la hacen posible.
El artículo de Nando Cruz sobre los artistas inventados artificialmente que brotan en Spotify y con la misma facilidad desaparecen de la plataforma.
La revista Vida Cotidiana, que nació hace unos días con Florencia Böhtlingk, Delfina Bustamante, Imanol Subiela Salvo y Claudio M. Iglesias. Se presentan como “un proyecto editorial pensado para cubrir la escena cultural contemporánea”. Y comparto entonces la maravillosa entrevista que Natalia Laube hizo allí a Feda Baeza. Feda fue hasta diciembre pasado la directora del Palais de Glace, es curadora, crítica de arte, docente de la Universidad Nacional de las Artes y acaba de publicar su primer libro de autoficcción La flor del sexo.
El sitio Lúcuma todo. Porque la visión que tienen sus integrantes parte siempre de compartir lo que está sucediendo, porque su intención es escribir y generar conversación, porque no caen en los prejuicios que abundan en la música contemporánea y encima hacen que las cosas se vean bien (felicitaciones también por el diseño).
La nota de Paz a propósito de la muerte de I-Sat. No me siento interpelada por el hecho, en casa tuvimos muy poco tiempo cable así que no llegué a conectar con el canal, pero entiendo la sensación y además Paz logra unas imágenes muy poderosas (como parte del gran estilo que tiene su escritura) sobre su infancia en Lobos y el papel que tuvo esa programación. Me parece brillante la conclusión a la que llega: “Es verdad que nuestra generación rara vez distingue consumo de identidad, pero lo valioso de esa curaduría tenía menos que ver con cómo nos presentaba frente a los otros que con los efectos que esas historias nos producían”.
La última edición del newsletter de Jotafrisco, Captura Recomendada, donde hace un suculento resumen sobre las aves de rapiña y los defensores del siempre cascoteado INCAA.
El más reciente Autóctona y prescindible, de Flor Viva. Porque sus conocimientos e inquietudes abarcan un territorio tan extenso que le permiten escribir de lingüística y freestyle, de rap y series, de ficción y territorialidad. Y en esta casa, por si aún no quedó claro, bancamos toda esa clase de repertorio pasional.
El episodio del podcast Sucesos Argentinos de Vicky Duclós y José Tripodero donde invitan a una de mis actrices favoritas: Valeria Lois.