Triste y Tropical #35

Camila Caamaño
8 min readOct 19, 2023

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“Dame un beso que lo sienta hasta en los huesos
dime que no votarás a esos
que no quieren ver nuestros besos
que festejan cuando estamos lejos”

LUPE — Nuestros Besos

Gena Rowlands hace, Cassavettes filma
Suelo usar las coincidencias para forzar armonía entre las cosas que quiero y las que me gustan. A veces una coincidencia puede justificar un gasto que no debería hacer (en este momento la magia tiene que ser testarudísima para que acceda), como la de la otra vez, cuando en las pocas introducciones que vengo haciendo en Twitter me encontré con una persona vendiendo sus libros. Un Excel que revisé sin ánimos de encontrar nada, pero ahí estaba: un título que quería desde 2018 y que tuve en mis manos pero no quise ceder a la falta de simpatía de sus vendedores (ese año trabajé en la Feria del Libro y el stand de la editorial decidió que no hacía descuentos). El libro estaba impecable (me dió la sensación de que era un ex librero, por el estado del ejemplar), lo retiré cerca de mi casa y me salió lo que costaba en 2020, ponele. No había manera de escapar a esa redondez de los hechos.

Si bien esta no es la edición “fin de temporada” del newsletter, no puedo evitar pensar en que estoy más cerca de comer el tostado de pan dulce y roquefort (una tradición que respetamos con mi amiga Anto) que de ver una promo de guardapolvos en el supermercado. Que las puteadas y el spam de las selecciones musicales están al caer. Que las decisiones geográficas festivas y las estrategias para zafar del tedio familiar son inminentes. Que para qué esperar a diciembre si todo puede volar por los aires un toque antes.

Tampoco puedo evitar la autorreferencialidad. Los golpes de mi año me corrieron la órbita. Escribí bastante (mucho no se publicó), con entusiasmo de progreso y el provecho de nuevas herramientas. Qué fascinante es investigar y qué hermoso profundizar, dejarse perder por la secuencia de archivos. Droguita. Posiblemente esa suerte de “despertar” que encontré tuvo un efecto directo con mi forma de vincularme con la música.

Me terminó de abrumar el comportamiento de yonki cultural que se pega atracones con los lanzamientos y que parece estar más interesado en que la gente se impresione por lo mucho que “consume” que por el descubrimiento en sí. El mundo es demasiado implacable como para imitarle ese ritmo. No me interesa encerrarme a livetuitar el último disco de Bad Bunny. Yo sigo manija con el CLUB BOY, de Yung Prado. Todavía no tengo una opinión formada sobre el nuevo de Kylie Minogue, es que me tienta más darle play por vez 45000 a “Elemento”, la canción de Fermín. No me hables del manojo de lanzamientos de hip-hop gringo si es que recién ahora estoy con Trinchera de Babasónicos y el perfume autoral de Dárgelos que te cautiva sin esfuerzo.

El ritmo de la noche
No puedo decir que me cansó porque te cansa el que hace siempre lo mismo. Y si algo puede alegar el Conejo es varieté. Quizás mi sensación tenga que ver con la irrupción del idilio romántico, con seguir alzando una escala de intensidad incontenible de goce y algarabía. Un poco explotadores culturales de nuestra parte, hay que decirlo. Sucede que hasta las mejores gatas a veces necesitan un break de tanto tirar pa’ lante. Igual Benito: el día que el pop no me salve, ese día sabré que no hay salida.

Durante unos años mantuve un hilo con tooooodos los discos que iba escuchando y en ese tren me di cuenta que esa costumbre atentaba contra mi propia experiencia. Lo cual no quita que me encante recomendar cosas (si te interesa, escribime y con gusto hago la tarea).

Quizás quiero compensar una mala racha personal conectando con la fascinación de lo cercano, de lo posible, eso que si se transforma, no pierde gracia ni poder.

Me ganaron los recitales chicos, como el de Sofía Oportot, a quien esperaba ver hace mucho tiempo, o el de Fermín, responsable de uno de los discos que más espero en lo que falta del 2023 (el de Faraonika también está ahí).

Entre mi patchwork de discos favoritos de este año hay uno en particular que no puedo soltar. Tiene apenas dos meses. No sé si mi memoria se rebela a copar el límite de los soportable o es que simplemente la obra es tan buena que insiste en seguir dialogando conmigo, colmada de regocijo.
Estoy hablando de Affaire, de Mailén Pankonin. Sucesor de ese debut de título insuperable “¿Cuál Sería la Peor Pesadilla para una Sirena?” (lo vuelvo a decir: tengo debilidad por los discos con nombres de oraciones), el álbum me raptó con esa sincronicidad de espacio y tiempo.

Una manga de bien comportados

“El sueldo no me alcanza para nada pero tengo mucha imaginación todavía”. Esa es la primera frase que Mailén elige para abrir el disco. Un disco con olor a noche y desconcierto, resistiendo a la incertidumbre de lo que viene con disfrute y consuelo carnal. No quiero copiar las líneas que más me gustan porque realmente tendría que incrustrar el álbum entero. “Billetes” tiene una melodía de opening de película de terror que, al levantar vuelo en esa pregunta tan contemporánea como demoledora (Para qué Billetes que huelen mal/Si hay tantas cosas que huelen tan bien) se torna más siniestra, y en el nanana final matchea con cualquier soundtrack de peli de Carpenter.
¿Cuál es el tono de las cosas? Nos acostumbramos a la tragedia, y pasarla bien es una lucha. Que tus posibilidades materiales te lleven a no poder dejar de pensar en la plata ni por un segundo produce bastante pánico. Siniestro, como la gente que se queja de la guita sin tener noción de los parámetros de la urgencia. Posers de la necesidad. Pero Mailén logra burlarse de (casi) todo. Llama a enfiestarse en iglesias y prender fuego cajeros, con esa voz que parece estar a punto de tocarte. Atrevida y lúcida.

Retomo la aventura de las coincidencias, porque trazo una línea argumental entre el llamado a reducir la jornada laboral en “ABAJO EL TRABAJO”, de Eddi Circa al “Billetes” de Mailén.
En una época en la que estamos cada vez más apáticos y autómatas, es un aliciente para nuestra humanidad encontrarnos con esos recovecos por donde se filtra un poquito de lo que nos hace ser personas. Yo también quiero bailar hasta olvidarme de mis problemas la mayor parte del tiempo, pero tampoco quiero perder el registro de lo que le pasa a quienes tengo cerca. Lo contradictorio y lo conflictivo que tiene la vida se cuela con lo bailable, esa fue la premisa de este disco que no suelto. Si hasta puse “Despejarte” en una fiesta y tres personas se acercaron a preguntarme qué tema era. Loas para la artista, la DJ agradece.

“Nadie quiere estar posando con los brazos cruzados” afirma en “Meibelín”. Usa palabras muy hermosas, como yeite o cháchara. Valoro mucho que se traigan expresiones en desuso, que se aproveche la lírica para la reivindicación de las palabras. Buscar la forma más adecuada para decirnos las cosas, una misión que hay que rescatar y defender siempre.

“A dónde” cover de la banda alemana Cetu Javu. Mailén cuenta que le gusta colar reversiones de canciones ajenas para apadrinar al resto. Esta vez, quiso sacarla de la resaca del after para volverla al centro de la noche. Y qué bien le sale. Fuera de este trabajo había mostrado esta destreza, como en “Fotográfica”, su alternativa de “Photographic” de Depeche Mode o esa maravilla de interpretación para “Penumbras”, de Sandro. Revival absoluto de las ganas de revolcarse en el pecho peludo del Gitano.

“Para mí una gran referencia son mis amigxs. Haciendo este álbum me di cuenta de que el momento en el que tengo la cabeza más atenta es cuando hablo con mis amigxs. Ahí es cuando más pienso. Sin eso no tendría nada”.

Como un disco que se inserta en las texturas de la fiesta y las crisis, es imposible no sentir el trasfondo colectivo al que hace referencia (el textual es de esta entrevista del SOY). No develo ninguna verdad al decir que lxs amigxs te salvan (y te cambian) la vida, pero este año lo sentí mucho así que lo voy a escribir de todos modos.

El pop es claridad
Y hablando de amistad, me gustaría linkear dos hilos (son breves y hermosos, no mando a leer Twitter así porque sí) sobre los amigos, que hace unos días compartió el gran Joe Crepúsculo, a propósito de los 10 años de su arribo a Madrid, sus compañeros de piso y la historia de una de las mejores canciones bailables en español del mundo: “Mi fábrica de baile”. Crepus celebra con el lanzamiento de un EP y 4 reversiones de ese hit inmortal.

Pero todavía no me cansé de hablar de Affaire, eh.
Para “Las cosas por romperse”, Mailén expone ni más ni menos que su propia torpeza, aunque sin sacrificar poética, y le habla a la pulsión de muerte de los objetos inanimados. Manitos de manteca que se hacen cargo contrastando con sutileza lírica.

¿Podemos hablar de la portada del disco? ¿De la tipografía del título? ¿De EL TÍTULO? ¿De la dirección de arte de esa tapa? Qué lindo es perderse en lo que gusta mucho, por favor. Ni siquiera termino de entender cuántos cuerpos hay rebasando la vidriera, o la intensidad del azul de la cortina que asoma la derecha del recuadro. O la altura de Mailén. Y tampoco me interesa averiguarlo.

Por último, unas yapas de conexiones y azar sonoro. No necesariamente son canciones de este año, dejo aquí una playlist con todo lo mencionado durante el texto.
Sandro estuvo bien presente en las voces de dos mostras que decidieron hacer propio “Trigal”: Feli Colina y Simona. No hay más fuego en stock.
Al hombre de la rosa también le hicieron honor Los Tabaleros, con “Porque Yo Te Amo”. Ojalá la llama del romance se conservara a través de una posta de canciones sentidas.
Caminando pasé por el sindicato de Luz y Fuerza (y ese logo increíble que tiene) y caí en la cuenta de dos perlas homónimas: la de Fermín (culpa de su música adictiva que lo haya nombrado tanto, perdón!) que evoca a un deseo bien piola (emotivo el loco cuando tira “No quiero irme del país/No me lo aconsejes más/Mi cuarto y mis hermanos/Son lo que me quedó de mí”) y la de sí sí: Mailén de nuevo, donde ella propone sin metáforas: “Quiero un affaire con vos en un hotel de Luz y Fuerza”. La antorcha, el rayito y un salto al vacío.

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