Triste y Tropical #34
“La felicidad, para mí, hasta ahora, por lo menos, no se presentó como una cosa larga y completa, como en los cuentos, sino en momentos cortos y muy efímeros. Siempre tengo una noción de que debería estar feliz, aunque no lo esté. (…) La felicidad es contraste, pensar en algo lindo que no ocurre usualmente y saber que ocurrirá. Por lo menos para mí es eso. Yo lo llamo la felicidad de la perspectiva. Distinta es la felicidad del momento, cuando nos dan una sorpresa. Yo prefiero la de la perspectiva. En ese momento, el de la perspectiva, nada puede arruinar el momento. Si algo todavía no ocurrió, es imposible que no suceda”.
I Acevedo — Diario de los quince
Sin embargo no
Hay algo que me molesta más que el sobre análisis: la explicación prematura.
El acercamiento hacia los productos culturales parece hoy ocurrir sólo desde un mercado de conjeturas. Especulaciones y supuestos se tejen en una red que se desentiende ya no sólo de las palabras del artista: la crítica (¿crítica?) se atreve a anticiparse al descubrimiento de la obra en cuestión.
Observaciones superficiales y descartables para sorpresa de nadie y en beneficio de facturar por y para el algoritmo. La reacción impostada sólo funcional al mainstream. Como si acaso el negocio mismo no le hubiese dado el visto bueno (y no fuese entonces resultado de).
No me parece mal que centennials gusten de hablar de sus discos favoritos e incluso hagan de eso algo redituable, al contrario. Pero parece que hoy en día no hay lugar para las sensaciones, que no tienen parámetros, y que al ser tan únicas no podrían empatizar para los likes.
Al (re)producir esos videos en lugar de sumar opiniones, se disputa apenas una ubicación favorable para el circuito de la condescendencia. Las opiniones diferentes sobre tal canción o disco no se acumulan, no intercambian, son más bien cálculos, y ante el mero atisbo de una discreción despunta el cuchillo afilado como taco aguja de pornstar.
El verdadero tabú no es ya el sexo y mucho menos las reflexiones contrastantes, lo prohibido parece ser hablar de lo que se siente cuando uno se encuentra con música nueva.
Y esta conducción racional viene de los dos lados.
Qué pena que ahora todo consumo cultural pueda registrarse, catalogarse y puntuarse en una red social porque atenta contra el misterio de las conversaciones pasionales. Me pone triste ver a alguien entrar a Letterboxd si estamos hablando de películas. He visto gente meterse en la aplicación sentada en la butaca, sin siquiera poder esperar a que acaben los créditos. Hay una subtrama que con cierto hartazgo dice “ya dejé todo registrado ahí, no me preguntes”, y los diálogos en persona fueran una réplica de la información virtual. No interesa lo que soy sino lo que te muestro. Una manga de data entry sin ánimo de sorprenderse.
Más de una vez en este newsletter dije que lamentaba la inseguridad con la que Duki se mueve a nivel discursivo. Sale a pedir disculpas por las campañas de marketing que anteceden al lanzamiento de un single (el “Vuelve al trap” que anunciaba “Givenchy”), tiene que acaso aclarar que su próximo trabajo es una obra desarrollada conceptualmente como unidad, que es, según él, Ese objeto antes llamado disco.
Modo crucero
Sin mofarme de Mauro (drenan otro sinfín de sentimientos hacia él que distan mucho de la agresión, incluso cuando sus últimos tiros no me han gustado casi nada), como quienes no quieren aceptar que el volátil star-system argentino ya no se dirige a ellos, hay una cuestión: Duki sabe de antemano y mejor que nadie que aún, con algo más de un lustro de juego recorrido, no tiene el gol que su irreverencia le llevó a buscar. Se ganó un nombre, el reconocimiento de sus propios ídolos, giró por el mundo, agotó estadios y debe ser cuestión de tiempo para que salga una colaboración con una firma de zapatillas (mientras es embajador de Adidas y tiene su figura hecha por una marca de papel de rolar).
Pero hay una tilde vacía aún y esa falta debe girar sin descanso en su mente, expectante como mordida de primera fruta de verano. Duki no consiguió todavía producir EL disco. Ese por el que en retrospectiva se lo recuerde, ese trofeo que le de orgullo enseñar y finalmente logre trascendencia. No estoy diciendo que Duki no tenga hitos dignos del recuerdo, por supuesto que sí, y soy la primera en darle crédito. Pero es que el mismo Mauro es consciente de que esa gran obra sigue vacante, y quizás por haber sido el primero en (casi) todo, sigue buscando la manera. Tal vez la tranquilidad del mainstream lo distraiga, atenten contra un desafío que puede cambiarlo todo.
A modo de síntesis: el debut SSJ es un caos en el peor de los sentidos, declaraciones suyas han confirmado lo que se nota sin demasiada profundidad: peleas con los productores, bardos, canciones que prácticamente parecen maquetas, ideas vaguísimas. El EP 24, sin pena ni gloria, nadie quiere siquiera recordarlo. Un poco más adelante Desde el fin del mundo encuentra su forma, un disco con más laburo pero sin todas las estrellas necesarias, dejando memoria del intento para lo próximo. Y luego los volúmenes 1 y 2 de Temporada de reggaeton. Entregas que funcionan como catapulta al mercado global en el que Duki va ganando más y más terreno.
Si en algo se revela que — con sus 27 años recién cumplidos- Duki algo ha aprendido (y ya su insolencia dispara para otro lugares), es en su honestidad. Porque sabe en qué instancia se encuentra y en lo que necesita hacer para llamar la atención de otros.
Alcanzó la edad de la fatalidad, aunque por suerte la tragedia ni le pasa cabida. Antes de Ameri se siente como otro experimento. Una prueba que a esta altura no se justifica. Suena caro, ¿su voz? pulida y sin muchos matices. Pero ni el nivel de producción, los beats y ni hablar de las letras (la monotonía en persona) logran llevarlo a algo más allá. Podría venderse como una mixtape. Si Desde el Fin del Mundo le gana en solidez. Duki parece seguir buscando pero ¿hasta cuándo?
Hay quienes argumentan que la industria de la música cambió y entonces ya no se piensa de esa manera. Estoy totalmente en contra de pensar que se acabó el romance, de que no es posible pensar en discos. No es que reniegue, el amor debería ser el último en abandonar el chat.
Duki está abogando una difícil tarea: le está pidiendo a sus seguidores que se sienten por 30, 40 o el tiempo que sea que dure el disco a entrar en ese mundo que armó. Cómo convencerlos cuando hoy las playlist más escuchadas tienen que ver con los humores, cuando se pone música para acompañar otra actividad, dando por sentado que no es la atracción principal, una feria donde la música con suerte adereza.
Si se deja el teléfono fuera de la habitación como proeza delirante a la hora de ver una película y se venden con total naturalidad cajas de bloqueo con temporizador para celulares (¡Y lo que salen!).
Y lo peor de todo es que es una explicación innecesaria pero no por lo que se cree: el disco, en este caso, se puede escuchar de cualquier modo. Se valora la intención pero acá no aplica.
Tiempo de descuento
A veces es mejor andar callado.
Corriéndose por apenas unas horas del día oficial de estrenos, el jueves 22 Duki entregó otro disco: Antes de Ameri. Entregar implica cierta responsabilidad, no es algo que se haga por impulso. Este disco se hizo, sí, pero no se lo sacaron de las manos. ¿Qué vino a traernos entonces?
No empieza sólo (Duki suele sentirse incómodo sin compañía). Al lado está Luchito, con una voz cambiada (recordemos que tenía 14 cuando se hizo conocido) y una intro que no entusiasma.
A “01 de enero” le seguirá “Jefes del sudoeste” y uno de los momentos más simpáticos:
Mis rimas son balas
Mi flow Kalashnikov
Al lado mío parecen tan viejos
Que voy a tener que pagarles el geriátrico
Y se pone dramático
Porque a su novia, su amigo, su gente le caigo simpático
Y me cruza en persona
Y le falta el aire
Se le nota en la cara
Parecen asmáticos
Ok. Dije simpático. Remarcar esas barras en una canción donde se atreve a compararse con Kanye escribiendo Yeezus me parece fatal.
Duki es como el amigo al que le venimos bancando los trapos hace tiempo. Nos dio grandes momentos, nos entusiasmó y pedimos más. Hay que ver si finalmente logra desengancharse de la droga en la que se metió: la peligrosísima droga de la fórmula.
Para “Rockstar 2.0” va a dúo con Jhayco. Acá se le notan emociones en la voz y eso suena genuino, o tal vez sea el recuerdo de esa exacerbación en el tono, como en “Ya vendimo’ to’ los ticket’ en USA, Duko, qué HP”.
De a poco va tirando frases en inglés, un movimiento esperable que funciona.
La dupla con C.R.O ha dado temas increíbles (“Fvckluv” o “Rosa”) pero ninguno de los dos consigue respetar la tradición en “Harakiri”. Las letras rondan sobre lo mismo y se repite la teoría de siempre: cuando Duko hace un featuring, anfitriona tan bien que queda relegado a sus invitados. Lo mismo sucede en “CSIpher”, donde tanto Akapellah como Neutro Shorty, sin ser sobresalientes, le sacan clara ventaja.
“Don’t lie” con Quevedo, el tema que menos interés me provocó porque la voz del madrileño es la peor adhesión a la música de los últimos años, me desagrada muchísimo. Pero tengo que reconocer que esta balada es una de las más pegadizas, así, con todo el olor a collabo por conveniencia regional que tiene.
A pesar de Quevedo entonces, el tema tiene un estribillo cantable, es Mauro romántico, su voz queda transparente con una melodía apenas perceptible, se lo siente íntimo, así como en “Sol”, esa rola hermosa que hizo con Lara91k.
Ya pasamos la mitad del álbum y tengo las manos vacías. Parece que la teoría se invierte, si es el del comensal el rol que le toca interpretar. Si después de todo partió en trabajos ajenos recientes: hablo de “Vai Sentado”, para el soundtrack de FAST, con Skrillex, LUDMILLA y King Doudou y por supuesto en el primer tema de El hombre hace planes, Dios se ríe, de Dano. “Santogrial” es el mejor tema del disco y no es casualidad.
A veces parece que a Duki le da miedo alejarse del resto. En lugar de enfocarse en lo propio (quizás porque busca un reconocimiento de pionero que no todos le dan) acaba participando en esos hitos que todo personaje que se introduce en la picadora perversa entra, sumiso como recién bautizado: el Tiny Desk, las Gallery, los juntes internacionales, y claro: las session con Bizarrap. Una de las sesiones menos comentadas de todas.
“Uno dos” viene con buen flow, pero ese forreo ya se lo escuchamos mil veces (“Solo estoy grabando palos”, “Y el Duko ya es leyenda”, etc.).
El final se apodera del cachito de ilusión, sosteniéndolo justo justo cuando uno va pensando en otra cosa, como darle play a otro disco o dar un golpe seco a la mesa, para descomprimir.
“Apollo 13”, uno de los cortes que ya conocíamos, se acopla con “Último tren a Ameri”, donde hay sample de “Last train to London” (intuyo un regalo a Sandra) y Duki va duro para cerrar con el instrumental, “Buscando Ameri”.
Si este disco representa el paso previo al gran salto, entonces esperemos que haya intervenciones durante la caída.
Más que todos nosotros
La música no murió, como les encanta copypastear en el tuit meme que es tan compartido para tantos que no se enteraron del chiste. Tampoco lo hará, lo que cambia es la manera en que se nos presenta y por ende la forma en que podemos interactuar con ella, si cambia el código, probablemente sea más complejo lo que se necesite de mí para consumirla, captar su flash, conmoverme, o simplemente disfrutarla pese a los skipeos generacionales. Puede no haber estado diseñada para mí ¿Y qué?
Hay un conflicto lógico y triste: a la maquinaria que hoy desenvuelve la creación de un disco le cuesta horrores dialogar con la experiencia orgánica de un álbum. Básicamente porque hablan dos idiomas distintos. Y cuando digo orgánico claro que no me refiero a la posibilidad de lograr views sin pauta publicitaria o coimear a un curador de Spotify. Hablo de la sensación del cuerpo que uno vive ante un evento artístico trascendental. Ese que hace que nunca más te olvides de dónde estabas y con quién cuando escuchaste por primera vez un tema.
Tal vez la pregunta no sea si está bien que el disco como lo conocíamos no ofrezca vigencia, las consecuencias de que se viva por el efecto o si acaso vale la pena seguir intentándolo (sí a todo). Sino que podemos preguntarnos de qué manera hoy conectamos con nuestro deseo. En una época en la que se nos obliga de manera más abyecta hacia lo funcional, a producir más sin restricciones, el placer es herejía.
¿Por qué ya no hay misterio? ¿Por qué antes de que alcance a darle play a un disco ya hay 18 mil hilos de Twitter al respecto sobre intenciones, acusaciones, teorías falopa que para colmo en nada atañen a la escucha en sí misma? ¿Por qué no podemos esperar con el bello y necesario regodeo de la expectativa?
También me gustaría mencionar la imparcialidad inherente de la adolescencia. Cuando somos chicos las cosas que nos gustan nos gustan mucho, demasiado, la adoración es la medida “natural”. Nos aferramos a lo que conocemos y lo defendemos como si de nuestra familia se tratase (aunque muchas veces sea justamente ese mismo consumo el que nos hace sobrevivir a ella).
Siento que es importante reivindicar el derecho a perdernos cosas.
Y vuelvo a la cita de Acevedo porque escuchar un disco tiene mucho de esa sensación de perspectiva. Un disco que te hace feliz por completo no sucede todo el tiempo, aunque a veces tengamos cierto pálpito. Y ese rato en que pudimos escucharlo se carga de un clima sagrado e irrepetible.
No soportamos no ser los protagonistas del asunto (se ve que no fue suficiente con el line up del Primavera Sound). Una realidad cada vez más individualista responde a la multiplicación de públicos, estamos en un momento en el que la segmentación cultural es infinita.
Lo gracioso del caso es que el disco de Duki poco tiene de conceptual y nada gracioso es que tampoco llega a ser ese cáliz que sigue persiguiendo.
“Gracias por permitirme poder hacer un disco sin pensar en la competitividad que te impone la industria, sin darle sentido al peso de los números, ni al “hay que hacer lo que la gente quiere escuchar”, dijo luego del lanzamiento.
Convengamos que para que eso suceda publicó antes una cantidad gigante de temas en modo automático, absolutamente funcional al mainstream, para tener colchoncito y poder, según lo que dice, responder a todos sus caprichos.
Si una decisión sobresale en toda la discografía de Duki es en la elección de sus colaboraciones, partidas en dos: sus colegas de siempre (C.R.O, Lucho SSJ, West Dubai) y nombres que él solo parece estar viendo y en la mayoría de los casos, siguen en el anonimato luego de hacer el tema, les está dando poco más que su momento de fama. Quizás su gesto más pop, después de todo. Más que un lujo, es un interés de curador, si se quiere. De aprovechar la cintura de la visibilidad para llevar al foco de la escena a nombres desconocidos.
17 (las lindas no somos supersticiosas)
Lo que quiero compartir entonces son 17 discos que por algún motivo llamaron mi atención en la primera mitad del año. Esto no quiere decir que sean mis únicos favoritos ni muchos menos. En mi archivo personal ya tengo unos 70 discos 2023. Las reglas propias a la hora de pensar las elecciones son las de siempre: no muy mainstream (LALI o Eladio Carrión que humilló con 3MEN2 KBRN) no si estuvieron por todos lados (RAWR, de Taichu), no en inglés (afuera el de Jake Shears, ex Scissor Sisters, que sacó con Last Man Dancing un disco divino) u otros que me han interesado pero no llegué aún a darles tantas escuchas como para formar una opinión (como El periplo del héroe, de Nico Miseria). Ni hablar de discos de los que soy tan termo que me nubla el juicio y no puedo decir otra cosa que “esto es lo mejor del mundo”. Claro, me refiero al Me muevo con Dios, de mi rapero favorito, Cruz Cafuné. Vamos con MI selección:
Así, todo en mayúsculas es la única manera de mencionar el debut de esta mostra volteadora. Salió en febrero así que le debo grandes colocones mientras iba a correr en el verano casi eterno que tuvimos. Dicho por ella, siguió el ejemplo de Lil Nas: captó que para volverse conocida en la música, tenía primero que generar su audiencia en internet. Aunque LVL1 no estaba empezando de cero (era parte del trío Queer Mafia) abultó la visibilidad como regia shitposter y se hizo tiktoker enseguida. Su primer tema se pegó así y lo comenta en uno de sus temazos. El disco no para nunca, de esos que cuando terminan da la sensación de dejar el celular (o el dispositivo donde se haya escuchado) humeante.
Es que me da pereza
No quiero que me vengan a rayarme la cabeza
Ya bastante tengo con este coco roto
Por eso pongo entrada selectiva pa’ mi toto
Y también:
Sólo veinticuatro y con una propiedad
Porque un día me cagué y me salió un tema viral
Y sé que es cosa de suerte, sobre todo lotería
Pero no me quito mérito cuando la mierda es mía
Lapili pasa por el doble filo del arma de los memes: ser conocida como tal y no poder ser consumida en serio. Todes recordarán su presentación con Jirafa Rey y “Cómeme el donut” en Factor X. Quizás, si se quedaron interesados en sus próximos pasos, llegaron también a “Muslona” (o hicieron el camino inverso, como en mi caso). María del Pilar desacredita las burlas y presenta su primer disco. Con un título que, según sus palabras, enuncia lo gordo, lo grasa y también lo copado (“este toque que se usa mucho en Argentina para decir que algo es cool”). Piligrossa se compone de un disco que también contiene un cuento, cada canción se intercala con un interludio en clave fábula. Es profesora de baile (dancehall) y diseñadora (fue la encargada de producir todo el estilismo del tour Sandunguera, de Nathy Peluso) pero el trabajo de este disco en donde hay lugar para el dembow, reggaeton y afrobeat dejan claro que esos motes son apenas una descripción y en absoluto una consecuencia de esta obra.
La manija no corta boleta. Gestión de drogas, fiesta exudada hasta en el inconsciente y dos fisuras comprometidos con subírtela. Suelen andar en cueros u overol, quizás sea eso lo que lleve a asociarlos con personal de mantenimiento. Pero es más que eso: el ritmo despiadado de BRUTO 2 continúa la pesadez de su antecesor, una joda que aclara los tantos desde su portada, en un bruxismo que no deja ni las encías.
Soy un caramelo roto en el piso
las hormigas vienen por mi cuerpo
me estuve portando mal
Y ya con esa frase el disco vale la pena. Por suerte, Anyi es capaz de tejer letras así a lo largo y ancho de su segundo disco de estudio. Crucero Cristal ya daba indicios de su contienda poética, que esta vez busca aventurarse con mayor decisión en la suspensión de la fantasía, Mucha imagen, bailecito de cuelgue (lo escuché mucho cocinando y le pega de maravillas) y cancionerísima con compañías: “Soy un volcán” junto a SIMONA y “Pista viva”, con doppel gangs. La mendocina laburó aquí con el chileno Elmalamía, artista y productor que también estuvo aportando en Buenos Aires Motel, de Broke Carrey.
Jimena Amarillo — La pena no es cómoda
El indie español nunca, nunca, nunca acaba de mostrarlo todo. Jimena tiene 22, es valenciana y su saciedad artística parece no haber surgido jamás. La piba de mullet rallado que sueña con sonar en un Mercadona (y quién sino una joven de esa región puede expresar tan atinado deseo, un deseo que va por colectora con el tema que lleva el nombre de la cadena de supermercados de Bad Gyal u otro al que me referiré en el disco que reseño a continuación) se encarga de la producción de casi todos su temas, los escribe, pero también dibuja sus propias criaturas, esos personajes alargados, deformes y tiernos que ilustran la portada del disco, de un disco de amor y sus primeras frustraciones.
“Cenando gazpacho y sandía,
mañana será otro día,
la tranquilidad es un privilegio
y yo quiero tenerlo”
PUTOCHINOMARICÓN — Afong (Mordió la mano del amo)
Hay un rabia en la propuesta de Chenta Tsai que dice mucho más de lo que su humor sugiere. Un desarraigo que nunca cesa, el racismo y el absurdo de la dinámica de internet son las sogas que PUTOCHINOMARICÓN tensa en sus canciones. Taiwan y España conviven en su mundo propio: uno popificado, queer, con la tradición lírica del lugar donde vive (le escribió un tema al policía del super: “pólly dé hácendádó”) y la sensación de ser una extranjera perpetua que afila el teclado para despotricar con tags de peluche (ámóré: ábró híló té ódió). Chenta se aburre y molesta (y por eso dedice cagarte la vida titulando los temas con tilde en todas las vocales).
No necesito haber visto Eurovisión para saber que “Sin Embargo No” podría llevarse puesto a todos sus rivales. Qué tema perfecto, por todo el amor del drama que me parió. Es pegadiza, es desgarradora y tiene el sello indeleble que el pop español sostiene:
Fue un trayecto corto
Pero un dolor tan grande como grande es la espiral
Donde demonicé
A ti, al mundo, a todos los amigos que besé
El día en que todo cambió
Todo se tiñó de aquel color
Que odian todos
Shanghái Baby es un EP precioso y cancionero, estacionado entre un par de guitarras y la voz de su cantante que eleva la novela del ex quinteto, antes cuarteto, hoy trío y en su amputación de miembros se ha ido desconociendo de su instancia rock para abrazar el zapato con calzador del pop. Salud.
¿Qué edad tiene Sofía Oportot? No es una pregunta desde la intromisión, más bien pregunto ¿Cuántas vivas es necesario vivir para conseguir llegar a sus letras? Desde su Chile natal, Oportot canta hace más de una década y los que tenemos la fortuna de conocer su música deseamos que su voz hipersensible (la han descrito como una versión actual de Jeanette) se eleve por mucho más tiempo.
Nadie me obliga a seguir la manada
Sólo yo misma, mi buena animala
Sofía nos muestra en vivo sus propios sueños, sin temor al ridículo. No hay edición en sus fantasías (recomiendo escuchar el disco mirando sus videos, que subrayan su juego de sirenas y guerreras naturales): ese delirio es demasiado bueno para ser invento.
Este disco ya entró en fase reposo para evitar la inminente quemazón. Es que…!!!
En la transición del arranque de “COSTE” a “POLIDRAMA” se condensa la síntesis del corazón popero y chancho de SIMONA. La intro del disco amaga con ofrecer un clima nostálgico y tranqui pero de pronto alguien sube la perilla y a la mierda. La argentina radicada en Barcelona (y se delata su narrativa residente fantaseando robar medias en Decathlon) bebotea con una frescura erótica que ya daba pistas en su EP MIMOS y acá alcanza su cúspide con el cover de “Trigal”, de Sandro. Webcam, partuza y unos beats deliciosos que no sacrifican en absoluto el brote de un culo lleno de verdades.
Matrimonio fake para robarte el trabajo amor.
Dani Umpi es representante ineludible de una subcategoría que inventé y se llama pop refugio. Su cuarto disco de estudio tiene nombre de hechizo y hacia allí vamos, derechito a caer en la trampa. Hermosa fue su presentación del álbum hace unos días, donde no ahorró en perfo (como debe ser) para engordar así la energía familiar y bailable que resume Guazatumba (nombre que toma de un arbusto que crece al norte del río Negro).
Yo quiero estar a tu lado
Y estar desconectado
No me cambies la novela que quiero saber cómo termina.
Uy, Cabiria. Nació en Barcelona pero diría que es anecdótico porque la presencia itálica en este disco me reproduce la serotonina a borbotones. Es que Nicomáquea encadila de tanto color, los temas van en progreso a la par de su intensidad y uno pierde la noción de si la humedad de sus ojos es emoción por la calidez de sus letras (y la ilusión de las promesas) o es el efecto de la dulce ceguera del género. Sea cual sea, hemos caído ante una grande. Me desintegra el tema del final, donde hace un dúo con el maravilloso Joe Crespúsculo:
Ave del Paraíso
¿Dónde has estado?
Siento que casi te he encontrado
Sé que te fuiste a buscar la luz del sol
No te gustó la lámpara de tu habitación
Feli Colina — LXS INFERNALES (Del Valle Encantado)
Por todas las movidas artísticas de featurings pagos, rescates forzados, nostalgias impostadas o fusiones fallidas, llega la salteña Feli Colina a romper absolutamente todo. Clava la lanza y compensa con fuego. De la tierra arrasada de nuestra contemporaneidad, Feli prende una fogata y enloquece calzada con armas de destrucción masiva: la fuerza de su voz y la cabalgata del folklore. Una embestida tan concreta como la portada del álbum. Nadie más amarga y retruca que ella. Endemoniada del elixir nacional.
AQUIHAYAQUIHAY — No me busques donde mismo
Esto ya lo he dicho pero, una de las ventajas de no tener la costumbre de consumir YouTube (para ver videoclips) es el hecho de ignorar la imagen de los artistas como primer acercamiento. Es una ventaja porque el prejuicio tiene menos dardos para tirar. En este caso agradecí: googlié a estos chicos y su aspecto de One Direction chicanos me hubiese alejado de escuchar el disco para siempre.
Pero este proyecto de pop mexicano con paraditas en el r&b e incluso la bachata está, como dirian allá, bien chingón. Con ecos a Álvaro Díaz y Jesse Baez, rolitas de sonrisa con sol. Y ellos mismos se autodenominana como anti boy-band, así que entiendo que la de anticiparme por su apariencia también les inquieta a ellos. Sigan así, criaturas.
Lentamente me voy dejando seducir por la música en portugués. Creo que la primera barrera es la percepción algo paródica que me suena el idioma que desconozco por completo, es casi onomatopéyico. El género de este álbum consigue evitarlo. Qué cosa placentera el disco de Sena. Creo que es la artista con más oyentes mensuales que estoy recomendando. Para nada es un dato al que le preste atención, sólo a modo de referencia que casi 3 millones en Brasil es prácticamente el equivalente a ser under (sí, estoy exagerando, pero convengamos que tienen su industria propia). Me da risa que en el sitio del Primavera Sound describan su música como un “tratamiento termal”, siento que le baja el precio, como si tuviese un efecto cosmético.
María Escarmiento, Fran Laoren — Sensación de calor
Lo más divertido que escuché en mucho tiempo. Solo lamento no estar en verano para ponerlo en alguna fiesta al aire libre, pero ok: es el verano europeo y en esa ola esta pareja española, firmes exponentes del hyperpop, en una troup donde caben LVL1, El Mini, Orslok, Rakky Ripper, entre otros nombres de mutantes que esnifan internet como un casquivano y en ese imaginario todo es posible. Saturadísimo EP, reflectores, 2miles con referencias pensadas hasta en la manera de nombrar las canciones (escritas como nicks de MSN) y unas vibras directamente sacadas de los compilados de principio de siglo, de los patrocinados por Bacardí.
El bonus track: María Escarmiento además estrenó por las suyas COSAS DE BRUJAS, gran disco que tiene el cover de mi tema favorito de La oreja de Van Gogh. Vas a tener que ir a fijarte.
Un título espectacular, tan espectacular que fue el argumento exclusivo por el que le di play. Ahora leo que estuvo en San Remo y ganó certámenes televisivos a rolete. También es modelo. Bueno, a veces googlear no sirve. Obviemos esa data, no recuerdo haber escuchado mucha música tana más allá de Raffaella (blessed). Las letras son bastante exageradas pero ¿Quién quiere prestar atención a lo que dice?
Me encanta el título del disco porque obliga a impresionarse. Y chica, no se exagera ni un poco. Urias es de Minas Gerais, pero a su portugués le agrega mordiscones de inglés, francés y español. Y ese intercambio lo conduce en un cuarto oscuro y sucio. Con un ambiente pesado del que no se quiere salir. El dato de color es que Urias es una gran amiga (y fue asistente personal) de Pabllo Vittar.
Tell me something puerca
Are you trying to taste my ass?
Sucking every dick I ever sat on?
Is it good?
Is it sweet?
Is it sour?
How you like that?
You ain’t got the charm
How you like that?
Y si te cagás en todo, también puedo entenderlo. Por eso dejo aquí una playlist con un par de temas de cada una de estas perlas.
Históricamente este newsletter cerraba con una suerte de cartelera de eventos, que luego se suspendió por la pandemia y no la retomé. No le veo mucho el sentido, sobre todo considerando la frecuencia que tienen las entregas (hace seis meses no escribía). Pero si me preguntan, el próximo 9 de julio toca Feli Colina en Vorterix y ahí estaremos. Con la faca a punto caramelo.
Veremos si retomo antes de fin de año. Eso es todo por ahora.
Cami.