Triste y Tropical #12
“Sé que en el infierno nos espera el VIP”
Ysy A — Casi un G
En una con el ritmo
Los amigos de mis amigos son mis traperos
Dice el calendario que X100PRE salió el 23 de diciembre de 2018. Con lo cuál podrían cortarme mis muletas narrativas desde ahora pero quien dice año calendario dice también año natural (al menos esa alternativa me recomienda Google). El 23 de diciembre exactamente el disco de Bad Bunny cumplió su primer año. Y yo no tendría caracteres suficientes para expresar toda la felicidad que me dio.
X100PRE fue un refugio anti social y parodijcamente el que posibilitó que mi año sea mucho más productivo y noble conmigo. Productivo en términos sociales, y de mí conmigo, claro (o acaso no somos los host de nuestros corazones? ).
El Conejo Malo también abrió mi temporada de recitales, que fue breve pero intensa. Pasé más momentos compartiendo antros con adolescentes que en mi propia juventud (eso es bastante fácil de todos modos).
“Voy a gritar como una quinceañera”, les advertí a mis amigos en el primer Bs. As. Trap.
Encontrarme con ellos (los adolescentes) verlos interactuar, divertirse y preguntarme de qué lado estoy yo. Entre la intromisión, la curiosidad o el absurdo.
El trap me interpela pero la frase más precisa sería “me interpela que me guste el trap”.
Me pregunté muchas veces qué le encontraba, por qué era mucho más que un gusto, qué me llevaba a consumirlo todo y no quedarme en la vidriera, cómo me entusiasmaba tanto cómo si yo fuese la responsable de esa construcción, pero a su vez con las mismas ganas de estar pendiente, sosteniendo los planos de la plaza, ahí donde maceraron las primeras rimas.
A medida que estudiaba sin llegar a demasiadas conclusiones más que una fascinación que crecía y crecía (dejaré los tiempos verbales en suspenso) pensaba en los reclamos que más leía o escuchaba en torno al género.
La exigencia y la dirección fueron las dos premisas constantes.
Estos pibitos tienen que venir a salvar el mundo, tener las ideas más revolucionarias y a su vez les vaticinamos unas semanas de vida. Todos preocupados por la fecha, pero nadie con ganas de probar los sabores.
No sé si puedo dar una conclusión precisa, siento que no terminamos de ver todo lo que pueden dar, nos lo demostraron la “nueva ola” con la Rip Gang a la cabeza, la familia más prematura que en menos de un año invadieron posiciones de mando. Y fueron más aplaudidos que veteranos cantantes.
Una definición que escuché es que los nuevos músicos como rasgo de época, ya son un grupo de amigos, desconozco si mantienen los valores puertas adentro del camarín, pero el sentido colectivo que se percibe en los escenarios y las redes parece confirmarlo.
En noviembre Tove Lo me hizo dar cuenta de lo que extrañaba un tema triste, y eso que la sueca flexea más tetas y hedonismo que power balads.
Me quedé sin voz con Cazzu y compré con 6 meses de antelación entrada para u próximo show en el Luna Park, esperándola como si fuese una artista folk que viene a un bar selecto por única vez a América Latina y tickets de valores suntuarios, cuando es exactamente lo contrario.
Grité a niveles demenciales Tumbando el Club con una cantidad murguera de personas en el escenario.
Esperé a Balvin temiendo durante meses a qué cancele su show por problemas de salud mentales, hasta fantaseando (para mal) sus excusas desde un live en Dubai, con ojos vidriosos tomando un té de matcha envuelto en una bata Supreme.
Sostuve las piernas de Dillom en un mosh.
Bailé borracha con El Doctor.
Vi a Ill quentin con su gang y confirmé que llegar después no es sinónimo de perderse nada: estos pibes entendieron que lo importante es divertirse. Se les nota en el escenario, en sus juntadas con personajes de internet y en sus declaraciones anti beeferas.
También fue el año donde el metal se recuperó pero no de la manera que la cerveza caliente y las tachas buscaban: en forma de remeras oversized.
Me quedé de una pieza con la mejor performer vista: Alex Anwandter y ese sin freno de seducción con alevosía y modales de gala.
Me pregunté cuánto dice la edad de uno.
Cuánto sentencia o auspicia.
Si somos lo que vivimos como garantía de lo que hacemos o simplemente llegamos y fuimos viendo (o todavía estamos viendo).
Pese a la aparente superficialidad, me endureció, me sentí un señor oso de pantalones rectos y emociones duras. Cómo esquivando sensibilidad, tal vez porque demostré mucho en el 2018. Y pensé que tocaba rendir cuentas a mi yolopuedotodo con el que nací.
Triste y Tropical surgió porque tenía la necesidad de escribir sobre una escena cuestionada desde la superficie sin voluntad de análisis alguna. Y porque quería empezar a entrenar mi escritura, teniendo la obligación de elaborar un texto cada 15 días.
Durante un tiempo y en los últimos meses con una frecuencia medio furtiva, busqué y leí todas las notas, stories, podcast, newsletters, tuits y comentarios al respecto. Lamentaba cómo los trataban, cómo ni se molestaban en memorizarse su nombre, como repetían una y otra vez las mismas preguntas y desaprovechaban siempre la oportunidad para hablar de ellos. Incluso a veces llenaban el tiempo hablando de otros colegas! Nadie quiso estar ahí, a nadie le importó más que cumplir con su trabajo. Y nada malo con eso, como dice Seinfeld, pero a falta de experiencia y mucho entusiasmo, quise convertirme en esa resistencia chiquita que se toma el tiempo. Mi mirada es muy romántica, lo sé. Lo que no es romántico son los momentos incómodos y los artistas teniendo que acomodar a los entrevistadores.
Nunca me gustó la música de mi generación. La onda se me escapaba.
En el (segundo?) apogeo del rock chabón yo me la pasaba enfrascada escuchando Placebo y The Smashing Pumpkins, tratando de memorizar las letras de los libritos, pegada al equipo de música.
Me comí bastantes bardeos a los que decidí no responder, pero también me causó gracia que casi todos no entendían lo que yo pienso (el caso Wos fue el colmo).
Lejos de llorar outsiderismo, empiezo a creer que la verdadera razón por la que me entusiasman estas nuevas músicas y también modos de hacerlas es el sentimiento de contemporaneidad. Estoy acá con ellxs. Sí, me duele la cintura si pinta pogo o festival sin fin, pero no quiero dejar de entender o mejor dicho dejar de estar interesada por la fascinación del tiempo, de las modas, de lo que los más chicos entienden por cultura, y de disfrutar su destrucción.
Una querida persona recomendó este newsletter en una nota suya (fue algo que no esperaba y me hizo muy feliz, como cuando veía que el numerito de las suscripciones crecía y gente anónima me escribía para agradecerme o recomendarme música, gracias de nuevo).
Daniela me describió como una persona “repleta de ideas a la que le interesan muchas cosas”. Y me quedé con eso. Es así, no me caso con nada, me gustan las cosas.
Les dejo la lista con todos los temas que acumulé en el año, podría reducirla a la mitad, pero en mi adrenalina archivística decidí dejarla sin editar porque cada tema me hizo mover los bpm del placer en algún momento de esos bonitos que tuvo el 2019.
Por un 2020 con música de la que hablar (y escuchar).
Volvemos? Ya veremos de qué forma.
Cami.